viernes, octubre 22, 2010

¡Fuckin bastards! (I)

Julio y Norman caminan por las calles de Palomino, acaban de ver una porno en el cine que lleva el mismo nombre del barrio mencionado. Es de noche. Y sin más, son asaltados por un rufián pestilente que ahora yace muerto. Muy cunda él, los encebolla "piacabeza". Los ve chibolos. Julio teme, Norman no. Por la sencilla razón, de que carga encima una Smith & Wesson calibre 38, cañón corto, con el tambor rebosante de balas. Ante la negativa de entregar sus pertenencias, el malhechor los amenaza de muerte. Extrae una navaja del cinto y la blande ante la mirada atónita de uno y miope del otro. Entonces, Norman saca el arma, apunta al cielo y dispara. -Tu fogueo no me asusta, huevonazo- replica el choro, y se abalanza sobre Norman para quitarle el arma, pero antes de lograrlo: ¡plum!

Al día siguiente se lee en los periódicos sobre la extraña muerte de un ranqueado delincuente del que no se sabía nada desde que escapo de prisión, mientras purgaba condena por asesinato y violación. Nunca se supo quién fue. Hasta hoy.

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Cuando estaban sentados todos, esperando que se develara el misterio de la convocatoria, Martín apareció, y sacó debajo del polo, la pistola HK, 9 milímetros parabellum, que se había robado de su viejo. Los llevó a todos al jardín y del bolsillo derecho del pantalón, desenfundó la cacerina con las trece balas que había tardado varios minutos en meter. La ingresa por la cacha y rastrilla. Entonces, uno de ellos sugiere retirar la cacerina, porque es muy peligroso. Al hacerlo, Martín y los demás, ignoran que una bala yace en el cilindro. Y todos se pasan el arma y se apuntan unos a otros. Jugando a ser los adolescentes malditos que no le temían a nada ni a nadie. Sin embargo, Martín, desconociendo totalmente la existencia de aquella bala, decide, de pura leche, apuntar contra el césped antes de disparar el imaginario proyectil. Y se pone de cuclillas, gira la cabeza hacia un costado -los demás hacen exactamente lo mismo- y tira del gatillo…

La fuerza del disparo arrojó a Martín de espaldas contra el pasto, y el fogonazo azul, acompañado del ruido atronador, hizo que todos se tiraran al piso. Repuestos del suceso, uno de ellos, reaccionó de manera inesperada, y al grito de: ¡nos has querido matar!, la emprendió a golpes contra Martín. El resto, sometidos a ese vórtice de miedo, sorpresa y violencia, le siguieron. Y todos juntos le sacaron la entreputa.

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Ernesto, Mariano, Germán, Ricardo y Rodrigo, pasean por el centro de Lima. Ninguno ha cumplido la mayoría de edad, pero se las saben todas. Es de noche y merodean la plaza San Martín. Y allí, frente a sus ojos, se leía grandote, aquel letrero de neón con solo tres letras mayúsculas: ABC (Grill Tabaris). Antiguo lupanar venido a menos, pero con la impronta intacta de pecado y puterío. Allá van. Previo pago al morenaje que cuida la entrada, para que tenga la amabilidad de olvidarse del cojudo detalle de que solo ingresan mayores de veintiuno. Una vez adentro, y antes de que se les acerquen las furcias, prometieron no consumir nada y limitarse a ver el show del calateo de las rollizas bailarinas, y punto. Nada de putas sobre las piernas ni que invítame un traguito. Ni cagando, nadie los iba a tomar por huevonazos.

En esas andaban cuando se acercaron cinco solícitas heteras, a ofrecerles caricias, sudores y agarraditas de muslo. Nola, nica, nada. “Pero invítennos aunque sea una gaseosa”. ¡Que no, coño, que no! Ante la negativa, las pelanduscas se compraron sus propias gaseosas, las que terminaron de un solo trago para luego marcharse. No habían comenzado a ver las primeras tetas de aquella señora que cimbreante bailaba sobre el alejado escenario, cuando de pronto, apareció otro morenaje, mucho más grande y robusto que el de la puerta, trayendo la cuenta del consumo de cinco bebidas sin alcohol.

¡Ah no!, nosotros no pedimos nada zambito, así que no te vengas a hacer el vivo. Cóbrales a las putas, esas que están allá -dijo Mariano-. Ah carajo, ¿o sea que no van a pagar? -replicó el mozo-. ¡No pe! -respondieron todos-

Cuando los cinco se vieron rodeados de aproximadamente, una camionada de negros (no se pongan tan sensibles con la expresión), bajaron un poco los ímpetus y decidieron tranzar con el administrador (En realidad, no tenían para pagar, pues era una suma exorbitante para 5 gaseosas).

Fue entonces que Rodrigo dijo lo siguiente y mientras esperaban la llegada del caficho mayor: Oe carajo, todos estamos armados, porque chucha nos van a agarrar de giles estos reconchesumares. Todos se miraron como decidiendo si actuar o no, si convertir esa casa de lenocinio en una cantina del viejo oeste. Encañonar a todos, aventarlos al piso y salir huyendo como gansters, o como los Magníficos. Yo la hago -habló Ernesto-, yo también -dijeron al unísono, Germán y Mariano-. Y antes que Ricardo diera su opinión, ya todos habían sacado sus armas y disparado un par de tiros al aire. Todos, putas, parroquianos, mozos y cantineros, terminaron en el piso boca abajo. Mientras, el grupo de amigos subía las escaleras a toda prisa, buscando la calle para desaparecer algunos años del centro de la ciudad. Ricardo, el último en subir tuvo tiempo de detenerse, mirar a todos y gritar: “No somos delincuentes, somos hijitos de papá”; para, en seguida, vaciar las 15 balas de su Beretta, sobre los techos de vidrio que decoraban el local.

4 comentarios:

Julius Contreras dijo...

1. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
2. Por el susto solamente, yo también me sumo al apanado.
3. ¿y que van a pitear los del Tabaris, si también están en falta...?. Un abrazo.

Cinder dijo...

osadía en su máxima expresión, pero creerse invencibles siempre trae problemas...saluditos desde mi espacio retomado

Oscar C. OKIPERU ® dijo...

Esos conxesumakinas del Tabaris... siempre lo mismo. Lo pasé una vez, aunque no me dolio tanto: Yo fui de camarón de mis patas. Igual muerte a ellos.

Anónimo dijo...

man como haces para escribir tan chevere (todavia se usa esa palabra??) cuando sea grande quiero escribir como usted (por no decir que en mi otra vida quiero escribir como usted) saludos ... "analista del sistema".