sábado, diciembre 04, 2010

El amor apesta

Justina, lava, plancha, cocina, arregla y, por supuesto, saca la basura. Esto último lo hace con todo desagrado. Le molesta sobremanera, el ritual diario de acomodar todos los desperdicios que la familia Ojeda-Castro produce. Son seis tachos grandes, los que Justina debe limpiar cada noche, y llevar las respectivas bolsas hasta la pista, justo a las siete en punto de la noche. Nunca antes, pues la señora le ha dicho que la basura se pudre a la intemperie y deja oliendo horrible la entrada de la casa, pero sobre todo, se evita que los recicladores saqueen todo y dejen desperdigados sus desechos en la vereda, a la vista de todos.

Así, Justina debe dejar lo que esté haciendo y salir rauda al escuchar los campanazos del camión recolector que siempre pasa presuroso. Detesta salir a trompicones, cargando el montón de bolsas negras, y encima, ser víctima de los galanteos desubicados del personal municipal encargado del recojo. Menos de uno llamado Erick, quien solo atina a mirarla con ternura, mientras sonríe por debajo de la mascarilla que cubre su nariz y boca.

Erick lleva apenas cuatro meses trabajando en esa ruta, y desde la primera vez que la vio, quedó prendado de Justina, esa linda huancaína de junco y capulí.

Al parecer, lo mismo le sucedió a ella, y desde entonces, sacar la basura se ha convertido en el momento esperado del día. A pesar de no ver su rostro completo, Justina parece adivinar lo que hay bajo ese tapaboca. De hecho, adivina la inmensa sonrisa con la que Erick le habla cada noche. Esa que le dice cuánto le gusta y cuán enamorado está.

Ella con sus ojos, responde que también le ama y que le encantaría ser su mujer, y casarse y tener hijos; pero ni él ni ella pueden saber lo que siente el uno por el otro.

Mientras, los días pasan, los silencios entre ellos se prolongan, las miradas se dilatan y las bolsas se multiplican, pues Justina está dispuesta a sacar hasta lo que no hay, con tal de alargar los escasos minutos que duran sus encuentros.

Sus manos se han rozado más de una vez en ese trance, y dada la nula comunicación verbal entre ambos, bien podría significar eso, casi un acto sexual, en el más poético de los planos. La intensidad de sus pensamientos, así lo amerita.

Sobre todo, aquel jueves doce de marzo, día en que Erick, armado de valor, retiró la mascarilla de su rostro, y le preguntó con voz firme: ¿Te gustaría salir el domingo…?

Justina balbuceó como respuesta, algo parecido a un sí, para luego correr a casa, dejando caer las bolsas sobre el piso, aduciendo una hornilla prendida para justificar la prisa. Desde ese día, Erick jamás volvió a usar mascarilla, contraviniendo las normas de salubridad más no las del amor.

Un parque inmenso, lleno de árboles y bancas, sirvió de escenario para aquella tarde de domingo en que hablaron por fin, de todo cuanto pudieron. Mientras avanzaba el tiempo, las historias de niñez, los temores, los fracasos y los sueños, quedaron al descubierto. No pocas lágrimas fueron derramadas, ya por tristeza o risa incontenible. Ni el fragor de las bocinas, ni la estridencia de un concierto cercano, acallaron las palabras que salían de sus bocas, como los alegres fuegos de una "vaca loca", en esa fiesta de a dos que apenas estaba comenzando.

Aquellos domingos se repitieron, pero nunca fueron iguales. Los besos llegaron pronto, lo mismo que las caricias y todo lo que sigue. Los demás días, solo podían mirarse, como al principio, en medio de putrefacción orgánica y tufaradas; pero no por mucho tiempo más. Luego de algunos meses, Justina anunciaba su retiro de la casa, con la respectiva molestia y resentimiento de los Ojeda-Castro. Sobre todo de la abuela, que vociferaba sin cesar lo difícil que es encontrar servidumbre en estos tiempos.

Debe ser difícil, pero es más difícil aún, encontrar el amor en medio de la basura, y que a pesar de estar sahumado por el olor a mierda, florezca y sobreviva, tan puro y limpio como la mirada de un ángel.

Pero así es mi abuela, nada puedo hacer.

Justina y Erick se casaron, exactamente a un año de haberse visto por primera vez frente a mi casa. Fui el único invitado de mi familia. La escena soñada, hubiera sido que un flamante camión de basura los estuviera esperando, y verlos trepados en él, golpeando la campana y agitando los brazos mientras se pierden en el horizonte. En cambio, al salir del salón comunal, fuimos todos caminando hasta el lugar de la fiesta, a pocas cuadras de allí, en el barrio en que Erick vivió siempre, por los extramuros de la ciudad.

Más tarde, mientras volvía a casa, veía por la ventanilla del taxi, toda la basura de las calles y la juntaba hasta formar una montaña imaginaria, sobre la que se erigían los recién casados como dioses de un Olimpo que debería existir más allá de mi cogorza. Y me reía tanto…

Han pasado casi tres meses desde su boda, y a Justina no la he vuelto a ver; pero Erick me cuenta de ella. Me ha dicho que está estudiando en un instituto del centro, y que ya no va a trabajar más en casas, y que mientras acaba de estudiar, él se hará cargo de los gastos. También me ha dicho que su luna de miel fue en Huánuco, y que pronto tendrán hijos, y que quizá le pongan mi nombre a uno de ellos.

En realidad, me dice algo nuevo cada día, pues ahora soy yo el encargado de aparejar la basura y correr tras el camión, tal como lo hacía “la Justi”.

Después de todo, mi abuela tenía razón.

7 comentarios:

Yani dijo...

Y Justina y Erick viveron felices, aunque la abuela se pudriera en su razón. Me encantó.

NoeliaA dijo...

Como la flor de loto, que sale del barro. Se me ocurre que el amor es resuelto y no se anda floreando públicamente con alharacas como a veces se ve por ahí. Vos subiste un post sobre lo que puede ser amor y yo lo que no

Buen relato

Saludos

Anónimo dijo...

Sí, buen relato.

Head

Anónimo dijo...

Querido igualado, me gustó tu historia... Me hace parecer como si enamorarse o encontrar al "amor de tu vida" no fuera tan difícil después de todo y hasta da un poco de esperanzas a los menos afortunados... Lo único que espero es que en verdad no le pongan tu nombre a uno de sus hijos... POBRECITO! jajaja =)

Mafa dijo...

Hey buen cuento, sigue escribiendo más cuentos mongolón!

[ [EBP]] dijo...

Te quedó perfecta esta historia tio...

soleil dijo...

Siempre cae bien leer una historia asi...