jueves, mayo 19, 2011

VOTO MUERTO

He decido no ir a votar este domingo 05 de junio. Pagar mi multa correspondiente, guardar el comprobante del Banco de la Nación y enmicarlo, para poder refregárselo en la cara, a quien pretenda venir con su cantaleta de que en elecciones uno tiene que jugársela, ya sea si por cáncer o sida, vómito o mojón, revolver o pistola. Por mí, pueden irse a erigir monumentos de conciencia con sus manitas bañadas de tinta indeleble, a la tercera cuadra de la avenida Tacna, llamada antiguamente: calle Comesebo.

La infausta frase de Vargas Llosa (elegir entre el cáncer y el sida), no deja de ser absolutamente gráfica y descriptiva, cuando tenemos al frente a dos personajes como Keiko Fujimori y Ollanta Humala. Pero a diferencia del escritor, que no cree en dios, pero ha decidido creer en el comandante, yo sigo viendo en ambos casos, la peor de todas las realidades.

No diviso, como otros, mejora ni restablecimiento en ninguno. No hay “quimio” ni antirretrovirales que aminoren la descomposición moral y actuar canallesco que contamina tanto a una como al otro. Pero bienaventurados, quienes han decidido creer y apostar todas sus fichas para que el fiel de la balanza se incline para uno de los lados.

Ya sea por Keiko, que representa esa forma de gobernar, mafiosa más que dictatorial, basada en principios de la Camorra y en el axioma de que todos tenemos un precio. Rodeada de innombrables como uno de sus vicepresidentes, o la nueva congresista con apellido idéntico al del dictador venezolano, agazapados todos bajo las faldas de su repugnante cardenal y su padre preso. Acostumbrados a regalar el dinero del Estado en asistencialismos, devenidos en clientelismo político; ominosa forma de comprar votos. Igual, y a pesar de todo, esta opción contó con tres millones y medio de votos en la primera vuelta, y seguramente aumentará para la segunda.

O por el comandante Ollanta, golpista fantoche de Locumba y actor intelectual del andahuaylazo por más que se empeñe en negarlo. Desempleado y mantenido por aportaciones de sus partidarios y por su mujer, que a su vez es mantenida por generosas donaciones de su admirado Chávez. Hijo de Isaac Humala, ideólogo del movimiento nacionalista etnocacerista. Autor de frases como aquella esa de recuperar Arica, a punta de fusil y pene, y que inculcó tales desvaríos a sus hijos desde pequeños, y a los que metió al ejército, convencido que desde allí es más fácil tomar el poder, cosa que podría cumplirse prontamente. Incapaz de generar ideas para gobernar, apelará al populismo más ramplón, quitándole a los que tienen, para regalarlo a los que no tienen. Lo mismo. Casi cuatro millones y medio de votos.

Y es así que, hoy en día, tenemos que soplarnos (los que no votaremos por ninguno) el montón de episodios, dichos, razonamientos y acusaciones de todo pelaje que lanzan los seguidores de uno y otro bando. Por cierto, la mayoría incitando el antivoto, con argumentos atendibles cuando hay, y ridículos hasta el extremo cuando no.

Pero tengo que ser sincero, por parte de los fujimoristas, ya nada me sorprende, puesto que son capaces de decir las peores barbaridades sin que les tiemble la lengua, flanqueados por su matonería y su fanatismo. Lo que sí me ha llamado la atención, son los argumentos de quienes no siendo seguidores de Ollanta, han decidido auparse sobre él con un entusiasmo insospechado, como es el caso de Alvarito Vargas Llosa, que en sus últimas entrevistas, dice tantas maravillas de Humala que podría pensarse que no es solo el mal menor, sino un ángel enviado por dios. Y así como él, toda una caterva de chacanos, en su mayoría, derraman algunos juicios que llaman a la reflexión.

Critican severamente las hostilidades de las que es sujeto su nuevo candidato, por parte de algunos periodistas, pero justifican graciosamente las agresiones perpetradas sobre algunos de ellos (el caso Althaus), haciéndolas pasar como happenings democráticos, apenas una “perfo” con tinte político, cosita de nada. Insultan a Bayly (con toda razón), ahora, por dedicarse a dinamitar sistemáticamente la candidatura de Ollanta, pero callaron o lo celebraron cuando hizo exactamente lo mismo contra Lourdes Flores. Se burlan de los llamados ppkausas por salir a las calles pacíficamente en apoyo de su candidato, tildándolos de monses, de nenitas jugando a la política, y aplauden las matonerías de los “otros jóvenes”, aquellos viriles combatientes que se baten en las calles por verdaderas causas democráticas. Luego se quejan de la violencia. Alzan su voz de protesta por los cobardes ataques que han recibido los familiares de MVLL, por el simple hecho de opinar a favor de Humala, pero mandan a meterse la lengua al traste, a quienes osan disentir con el escritor, haciendo gala de la misma intolerancia que rechazan.

Ya los más jumentos, defienden rabiosamente las opiniones de VLL, dada su nueva condición de Nobel; cuando los premios, por muy notables y merecidos que sean, son solo eso, premios. Llenos de subjetivismo, política y arbitrariedad. A ellos les digo que García Márquez también es premio Nobel y sus opiniones políticas no tienen porqué ser inobjetables. Para más datos, MVLL, además de nobel, es noble, pues ostenta el título de Marqués. Título nobiliario, rezago de monarquías decrépitas, que para ciertas gentes que aún creen en la existencia de seres con sangre de color azul y pendejos de terciopelo, debería convertirlo en deidad.

Otra cosa que percibo inaceptable, es esta especie de extorsión moral, que busca criminalizar el voto por Keiko, acusando indirectamente a quienes votarán por ella, de asesinos, corruptos y tiranos. Encabezados por el nuevo gurú intelectual de izquierdas, Eduardo Adrianzen, mezcla de José Carlos Mariátegui con Paulo Coelho, pretenden manchar, desde ya, con sombras y boñigo a los millones de peruanos que por inextricables razones, pondrán su equis sobre el rostro tumefacto de la china. Se podría hacer exactamente lo mismo con los votantes de Humala, señalarlos de radicalones resentidos, besabotas y proterrucos, considerando que su admirado comandante dijo que SL fue un partido político y que Abimael Guzmán está preso, practicamente por su pensamiento ya que jamás disparó una bala.

Obviamente, todos tienen el derecho de emanar las opiniones que considere pertinentes, pero los tremendismos no contribuyen en nada, sobre todo cuando su destino es terminar rebotando infinitamente en las redes sociales, causando admiración en unos y rechazo en mí. Siendo que terminadas las elecciones, seguiré como amigo de todos mis amigos, hayan votado por quien hayan votado. Puedo no compartir el entusiasmo de algunos ni sus maneras de pensar, pero no puedo dudar de la buena fe de sus convicciones, por equivocadas que estás me parezcan.

Respecto a mí, preferiría cortarme un brazo antes que votar por Keiko Fujimori, y el otro, antes de hacerlo por Ollanta Humala. No hay forma material de que decida darle el beneficio de la duda, a ninguno, por más juramentos y promesas que hagan. Por más cambios de planes de gobierno que efectúen. Por más pedidos de perdón que gimoteen vía tele. Por más documentos que firmen. Por más crucifijos y rosarios que blandan. Por más que Perico los palotes se empeñe en mostrarme el mal menor (ambas facciones tienes sus intelectuales probos e intachables). Por más chantajito cívico moral mediante. No. Ya le di muchas vueltas al asunto, ya hice mi tarea y llegué a la conclusión de que, aunque decida elegir por alguno de los dos, mi voto sería igualmente viciado, porque estaría lleno de vicio. Enrarecido, espurio y pesaroso. Un voto muerto y nada más.

Dicho esto, pasaré los cinco años que vienen, en estado de suspensión vegetativa en cuanto a política se refiere. Esperando que pasen rápido y rogando que al final de su mandato, ninguno se pretenda quedar. No saldré a las calles para hacer demagogia bonachona (léase vigilias velita en ristre, ni lavados de banderas, que solo buscan un poco de prensa y figuración, pues en este país, la única manera de crear conciencia, es bajo pena de multa). Menos, seré el guachimán del Estado en el que se han convertido casi todos los que decidieron votar. No tengo ínfulas de Batman (¿Qué podrán hacer Alvarito o “Rospi”, si descubren que fueron engañados?).

No soy el único, mucha gente hará lo mismo (Pedro Salinas es uno de ellos) ejerciendo su legítimo e inexpugnable derecho, a dibujar inmensas pichulas o peludas conchas, y escribir inspiradas barbaridades sobre sus cédulas de votación.

¡Viva la democracia!, verbigracia.

4 comentarios:

Oscar C. OKIPERU ® dijo...

...junto a las pichulas y conchas de ley, he decidido anotar además mi mombre y número de DNI como muestra de que tanto me llegan al Chómpiras esos candidatos.

Buen día.

Chalo dijo...

Te llevo leyendo mucho tiempo. Mucho.

Y sinceramente, esto es lo mejor que te he leído.

Saludos.

Nelson dijo...

Me extraña mucho su post. Demasiado trabajo para tratar de "entender" la política peruana, cuando ésta desde hace mucho tiempo es inentendible.

No sé por quién habrás votado en la primera vuelta. Por lo expuesto, y como contraposición, supongo que fuiste muy feliz a hacerlo, como si aquella votación hubiera sido muy diferente (en cuanto a candidatos) que ésta. Hace mucho que las votaciones peruanas se convirtieron en actos suicidas colectivos. Con la esperanza, eso sí, de que no haya bala en el tambor del revólver.

dmoOn dijo...

buena decision, aun tengo una semana para ver si decido hacer lo mismo (o voto viciado y compro un pollo a la brasa)