Ensayo sobre la ceguera

Hay limitaciones físicas que yo llamo parciales. La miopía, es una de ellas. No se es totalmente ciego, pero los que la padecemos, vemos claramente, que nuestros problemas de visión, serían catastróficos, sino fuera por la existencia de los anteojos.
No se sabe a ciencia cierta, quién los inventó pero no encuentro palabras para agradecerle al susodicho, el que mi vida pueda continuar como si nada, por obra y gracia de su maravilloso artilugio.

El título que da nombre a este post, pertenece a una magnífica novela de Saramago, la cual narra cómo una población entera, se va quedando ciega paulatinamente.
El caso de los miopes y astigmáticos, (yo) sin llegar a ser tan trágico como lo es una ceguera absoluta, acarrea una serie de desventajas, que nos harían la vida, casi imposible, de no mediar estas lunitas salvadoras que corrigen este defecto refractivo.

Cuando era niño, no veía las letras ni los números de la pizarra y era lógico que no entendiera nada. Esto no justifica de ninguna manera mis pésimas notas en el colegio pero ayuda a que el ego se mantenga incólume.
Ver televisión, leer, cruzar la pista, manejar, jugar una pichanga y mil actividades más, son cosas que no podría hacer sin mis lentes, que -como comprenderán- son el objeto más importante de mi vida.
En más de una ocasión se han roto por un descuido y me ha tocado sobrevivir algunos días sin mis venerados lentecitos. Es muy gracioso -ahora que lo pienso- confundir una ambulancia con una combi y estirarle la mano para que se detenga o hacer lo mismo con un taxi y darse cuenta que es un “meche”, cuando ya lo tienes en las narices.
Alguna vez cogí del suelo, lo que parecía ser un lindo objeto de cerámica y resultó siendo una caca seca de perro. (vale cagarse de risa)
En otra ocasión, estando en la playa, me metí en el mar y con los revolcones de ley, fui mudando de locación con respecto a mis amigos que se encontraban en la arena; al salir, me dirigí derechito hacia ellos y por supuesto, no los encontré jamás. Anduve perdido algunos minutos en aquella playa llena de gente, entre ellas, los hijoeputas de mis amigos, quienes me observaban todo el tiempo.

Hoy en día, existen operaciones que acaban con los defectos de la visión y de pasadita, con los lentes. Yo he decidido no operarme, pues siempre existe el riesgo de que la cura sea peor que la enfermedad y por un milímetro de error, quedar convertido en un personaje de la novela antes mencionada. Además, no me molesta usar anteojos, me siento cómodo con ellos y tampoco los cambiaría por lentillas de contacto. Ya me acostumbré a mi rostro con gafas y siempre tengo un par de repuesto. Creo que si los dejara, perdería mi encanto (si es que alguno me queda) y ese airecillo intelectual que sopla mi cacharro, -a decir de algunas mujeres, tan buenas ellas- pasaría a mejor vida.

Tengo un guión de corto, que cuenta las desventuras de un miope que decidió no usar lentes pues así veía el mundo distinto, desenfocado, borroso, sin su violenta nitidez y de esa forma, lo que en realidad era un hombre ahorcando a su mujer contra la pared, llegaba a los ojos de mi personaje, como un abrazo desenfrenado entre dos seres que se aman, por ejemplo.
Espero grabarlo pronto.

Siempre joderá un poco, el ser corto de vista, pero mientras mi mente no se quede ciega, creo que todo estará bien.