martes, mayo 20, 2014

MOMENTOS V

Entró al departamento y se dirigió a la habitación. La puerta entreabierta del baño dejaba escuchar el agua de la ducha corriendo y permitía ver su cuerpo enjabonado. En otras circunstancias, hubiese ingresado junto a ella vestido solo de lujuria o, en el peor de los casos, esperado a que saliera, sentado al borde de la cama para recibirla con un gesto repetido, indicando que se despojase de la toalla. Pero esta vez, solo la vio unos segundos, y sin delatar su presencia, volvió a la sala para continuar con la lectura de un libro. Era el principio del fin.

Te acercamos un poco, estamos en la ruta, dijo Mariela. Renata subió al coche por detrás y agradeció el aventón. La fiesta había estado increíble y era hora de retirarse. Marcelo tuvo cierto reparo en que Renata -amiga de su novia- subiera al auto. Y es que a lo largo de la noche, entre volutas de humo y luces de colores, se habían estado mirando no pocas veces, con disimulo. Se gustaron, y en lo que duró el viaje hasta el lugar donde ella bajaría, el espejo retrovisor fue aliado de sus crecientes coqueteos visuales. Al lado, Mariela dormitaba mientras susurraba la canción que salía de los parlantes.

Ambos miraban al techo. Tendidos sobre la cama, desnudos y agitados. Terminaban de echar su cuarto polvo y la sesión amorosa estuvo memorable. El sudor abrillantaba sus cuerpos laxos mientras ellos permanecían en silencio. Al cabo de un rato comenzaron a reír, tal vez recordando las cosas que hicieron, que se dijeron, impensables en circunstancias ajenas a la cópula. No quiero tirar nunca más dijo ella. Claro, como cuando te metes la borrachera de tu vida y no quieres beber nunca más dijo él. No es eso, es que lo de hoy estuvo tan rico, intenso e insuperable que siento que los demás polvos serán de trámite dijo ella. Polvos de trámite son los que te metes con tu marido y yo con mi mujer dijo él, acabando -quizás- con el mejor periquete de sus atribuladas vidas.

Con sus dieciocho años recién cumplidos, Mariana pensó estrenarse en los avatares del amor. Sabía que era su momento y lo había estado esperando. Antes solo experimentó alguna atracción física, de pronto emocional, pero intuía que del amor estaba lejos. Hasta que se presentó en su vida de la manera más impensada. Luego de tentar e intentar algunos lances sin éxito, apareció. Quedó cautivada por el color incierto de sus ojos, la ternura de su voz y el delicado bronceado de su piel. Apenas cruzaron palabras en esa primera clase de fotografía y supo lo que quería, lo que amaba y lo que siempre había deseado. Han pasado tres años desde ese encuentro y Mariana me confiesa que es la mujer más feliz del planeta. Lucía dice lo mismo y solo hay que verlas para compartir su certeza.


La primera noche después de la separación, fue un rito interminable de llanto e imprecaciones hacia ella, al destino, a la vida misma. La propia culpa junto con la ajena, no explicaban nada de lo que sentía. Las excusas se extendían con las horas y el consuelo dormía lejos, en alguna palabra, en algún hecho inhallable de su vida rota. No podía conjugar tanto odio y tanto amor entrelazados. Cerca de las cuatro de la madrugada,  sin tener la más puta idea de lo que vendría con la luz del alba, la sombra de la muerte trajinó su deteriorado pensamiento. Cogió el arma y salió en su búsqueda…

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