Matri(de)monio

Basado en mi experiencia y en otras cercanas, he llegado a la conclusión, de que la gente se casa, por tres razones fundamentales. De hecho hay más pero no revisten mayor importancia, no para mi ensayo de juguete sobre el matrimonio.

La primera de ellas y ajustándome a la pura realidad, es: A PEDIDO DE LA HINCHADA. Léase: llenada de bombo, domingo siete, empachada de chorizo, etc. ¡Bingo! flaco, tu soldadito prendió la vela y ahora, junto a ella, son los depositarios de una vida nueva.
Por lo general, esto le ocurre a noveles parejas, amantes bisoños o cacheritos irresponsables. Da lo mismo, igual terminarán frente al altar, por decisiones ajenas y sufriendo al corto plazo, la premura de sus escarceos amorosos. Pero eso sí, la dignidad familiar de ambos, quedará intacta, como los muertos de Pompeya.

La segunda razón, es la llamada: POR AÑOS DE SERVICIO. Léase: ¿vamos a ser los eternos novios?, ¿10 años no te parecen suficientes?, ¡no voy a seguir perdiendo mi tiempo!, etc. Estas son parejas que bordean la base tres, profesionales y con chamba.
Puede ser él, tanto como ella, quien insista en el tema y crea sin vacilaciones, que el siguiente paso, natural, lógico e ineluctable a tan bella y prolongada relación, es el amarre de cajón. No hay otra. Tenemos trabajo, ahorros, nos queremos….¿que mierda falta para que firmemos?

Y la tercera, la menos común, la que parece tener más lógica, (aunque no) es la que se da, cuando los serafínicos amantes, están a punto de: REVENTAR DE AMOR. Léase: sin ti no soy nada, eres más que mi propio ser, veo a través de tus ojos, etc. Cuando la melcocha rebasa los poros, la dermis y la inteligencia. Estos casos, no tienen edad, condición social ni laboral. Son simples infestados por la peste del amor y la única forma de que el mundo se entere, es mandando los partes del acontecimiento, cuanto antes. Amor mío, soy feliz como jamás soñé, a tu lado nada existe y quiero construir cada mañana con el dulce sabor de tus labios, como única herramienta. ¿Quieres ser mi esposa? -¡Sííííííííííííííí!-

Una cuarta razón, podría ser la de algún interés subalterno, económico en el 90% de las veces.
Sigo pensando entonces, que (menos en la cuarta razón) no hay motivo racional que justifique, estampar la millonaria, sobre ninguna superficie. Sigo pensando obstinadamente y aunque suene cursi y trillado, que el amor, es lo único que mantiene a las personas juntas. Por tanto, sostengo que el AMOR, nada tiene que ver con esa institución llamada MATRIMONIO. Si juntamos las dos palabrejas, tendremos un oxímoron, sin duda alguna.
La condición de libérrimos amantes, se ampara en el derecho que nos da la felicidad y no en un pedazo de papel, con la firma del alcalde y la bendición de dios. Los trámites y los ritos, son la antítesis del flujo maravilloso de la libertad.

Lo tragicómico de esto, es que, el matrimonio cobra toda vida e importancia, cuando ya se fue todo a la mierda. Justo cuando el amor se esfumó y apelamos a la vileza y el chantaje; es ahí que sacamos a relucir el papelito, lo blandimos hermoso, como una espada en el aire. (¿Cómo llegó Heraud hasta aquí?) ¡Estamos casados! ¿Recuerdas?
Entonces se viene el flashback repentino: (sepia de preferencia) Los dos bien trajeaditos, perfumados, sonrientes como basureros de circo. Alguien frasea una paporreta y…(elipsis vertiginosa) -¿Por qué no te vas a la mierda cojuda?-, - ándate tú huevón-, -todavía soy tu marido, así que te aguantas, etc, etc, etc.

Las pequeñas fortunas que se gastan las parejas en sus enlaces, se tornan ridículas al ver como crecen los numeritos que va sumando el divorcio. Eso es el matrimonio, un recordatorio de cuanto se dejaron de odiar, mientras se amaban dulcemente.
Nadie lleva a su esposa al cine porque esta casado con ella y nadie le pide a su esposo que le haga el amor, pues así manda la alianza del sagrado vínculo. Uno esta frente a su cónyuge, en el momento final, en medio de las disputas materiales y en el recuento de los daños que dejó la tempestad.

Convengamos: ser feliz no cuesta, no dinero cuando menos. O sea, chapa a tu hembrita y llévala lejos de la ley y la santidad. Ama a tu papirriqui con auténtico denuedo, que además del amor, es la costumbre, aquello que podría mantenerlos juntos. Más nada.
Los casados felices, son personas felices, los divorciados felices, son una redundancia.
Y no, mi experiencia matrimonial no fue desastrosa y mi divorcio tuvo de violento, lo que una patada de hormiga, pero no tengo que ser víctima de cáncer para saber lo penoso de la enfermedad.

Esto intenta ser una contribución desinteresada para con el amor y la libertad. Una cruzada en contra de las tradiciones seculares y un grito contenido desde hace algunos meses; pero es, sobre todo, una tochedad mayestática, que con las justas, provocará una mueca de rechazo por parte de los que estén casados y un mohín compasivo de los que no. Y como la razón les asiste, ante sus insultos y ofensas, tan sólo responderé: Sí, ¡acepto!