AMBAGES
Observando por la ventana del auto, veo pasar algunos sueños
que, escondidos entre la gente y el paisaje, se proyectan inmensos sobre esta
noche de invierno.
No sé si pueda cumplirlos, si tenga el coraje de perseguirlos;
pero el hecho de saber que allí viven, me insufla aquel oxígeno que me hace
falta para respirar el futuro.
Hoy nada me hace falta, mi vida vacía, está repleta de
suerte y encanto. Los colores son intensos, la magia reinventa sus trucajes, me
envuelve, me renueva. No hay espacio para la tristeza, ni para la duda. Solo
tengo certezas y claridad ante las horas. Y es que decidí vivir por horas. De
tres a seis, de seis a diez, de diez a mil. Los días son muy largos, los meses
imposibles, y los años no existen.
Por eso veo aquellos sueños, como retos de tiempo. Quiero
abreviarlos, comprimirlos, que si no se cumplen de once a dos, ya fueron. Total,
tengo tantos que me parece inútil persistir en la consecución de uno nada más. Como
la combi vacía que se te acaba de pasar, si tienes que llegar, habrás de subir
a la que sigue, aunque reviente de gente, aunque te pese.
No quiero poblar mi existencia con planes, metas y
objetivos. Cada vez que abra los ojos, inventaré la mejor excusa para dios, para
que me deje estirar los brazos y asirme con fuerza, a las paredes rajadas de su
mundito inventado.
Y, mientras llega la hora del cierre, seguiré buscando entre
le gente, algún sueño que no me pertenezca, uno olvidado y anónimo al que
darle sentido.
Porque mi sueño, es el tuyo…
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