domingo, mayo 26, 2013

Susan


La habitación era muy pequeña para albergar la tristeza de Susan. Su pena llenaba los cajones y las ventanas se cubrían de amargura, impidiendo el paso de luz. Eran las diez de la mañana cuando se enteró de todo. Tardó unas horas en procesar la información, la verdad o como quiera llamársele. Sentada en el piso y con la cabeza recostada al pie de la cama, permaneció un tiempo indefinido mirando una mancha en la pared que cambiaba de forma con el paso de los minutos y de sus pensamientos. Entumecida y acalambrada, era incapaz de cambiar su posición. La abulia era más fuerte que su dolor. Lo único que se movía en su cuerpo, eran las gotas de sudor que, mezcladas con sus lágrimas, caían salinas hasta morir en su escote. 

Las imágenes que atravesaban su mente a mil por hora, se aquietaron, languidecieron o se marchitaron súbitamente. Solo vacío y espacios sin llenar. Solo una línea continua de color azul sustituía todo pensamiento. 

Sin ella saberlo, la naturaleza había detectado sus nulas ganas de vivir, y a pesar de que le brindó el tiempo suficiente para que reaccionara, no pasó. El desconsuelo la había herido mortalmente. Entonces, la savia y su infinita sabiduría, inició su labor inexorable. La misma, no consistía en insuflarle ánimos ni mandarle luces de emergencia, ni epifanías salvadoras. Eso es para Dios. La esencia inmaterial del universo, sin rostro ni nombre ni adoradores, trabaja sin dogmas, basada únicamente en la voluntad categórica de sus engendros.
   
Fue así que la sangre de Susan, empezó a diluirse progresivamente. Sus pulmones se estrecharon, su corazón se contrajo y sus tripas se solidificaron. Las cavidades que contenían sus ojos, secaron la mirada acuosa y la volvieron piedra. El rojo de sus labios se tornó violeta y el nácar contenido de su sexo, era sal embebida en hiel.

Nadie sabrá qué diablos le dijeron esa mañana de verano justo a las diez en punto. Pero sabemos de sus ganas de morir. De su impertérrita voluntad por marcharse sin tener si quiera que matarse.

Dicen que cuando deseas algo con todas tus ganas, se cumple. Susan lo sabe ahora y nadie ha de sentir pena por ella. Solo yo, que fui quien la llamó. 

1 comentario:

SOY UNA CHICA DE PELO MARRÓN dijo...

como siempre, me encanta lo que escribes :)